viernes, 11 de diciembre de 2009

Un poco de historia...

Del 04/09/09

Dedicado a mi siempre amada esposa Marina, a mi menor hija Sofía y sobre todo a ese ángel que Dios puso en nuestro camino: Gabriel.

Si por un momento, nosotros los humanos, pudiéramos cerrar los ojos y ver dentro de nosotros, tal vez podríamos ver nuestro interior, como si estuvieramos encerrados en una caja negra, resonante, interesante y misteriosa.

Cuando nació Gabriel, fue algo inenarrable, una mezcla de nervios, felicidad, amor, en fin, una mezcla de sentimientos que galopando llegaron con frenesí a mi cabeza. ¿Y cómo sabía que había nacido?, pues al oír su llanto (de tan sólo 40 segundos), sabía que era él, lo sentía en mi corazón, en mi mente. A los 20 minutos pude ver como la incubadora salía de la sala de partos para cruzar el umbral que llevaría a mi primer hijo a la sala de neonatos. Debo haber tenido un gesto muy raro para que la técnica me mirara sonriendo y descubriera la incubadora para ver a Gabriel. No podré nunca olvidar esos ojos muy abiertos que me miraban fijamente y sabía que era especial, lo sabíamos desde hace muchos años Marina y yo, y por supuesto no podía ser mas que obra de Dios.

Al día siguiente, cuando lo tuve entre mis brazos, sabía que había sido bendecido por Dios, sabía que entre mis manos tenía a alguien muy especial y comprendía, una vez más, que Dios tiene planes para todos nosotros. Agradecí al doctor Wong, quien operó a Marina de un mioma subseroso, aprovechando la cesárea por la cual nació Gabriel y el milagro empezó, pues ese mioma que en un momento no permitió que tuviéramos un hijo, que compitió con Gabriel dentro del vientre de Marina y que nos tuvo siempre preocupados, finalmente se había degenerado y fue extirpado para nuestra felicidad. Esto permitiría que Marina pudiera tener, sin ninguna complicación (como fue que ocurrió), otra bebé, nuestra hija menor Sofía.

El nombre de Gabriel llegó como una revelación. Recuerdo que una noche, tal vez 3 meses antes que naciera Gabriel, se vino a la cabeza la preocupación por el segundo nombre de mi primogénito, tenía que ser especial, y llegando a mi casa, como un rayo, llegó el nombre de mi hijo, sería Gabriel. Contento por ello subí corriendo al dormitorio donde descansaba Marina para plantearle esta revelación y para mi sorpresa ella me recibió diciéndome: “Estuve pensando el nombre de nuestro hijo”, yo, perplejo, no supe que decir y le dije en tono de pregunta: “será acaso Gabriel” y ella asintió con felicidad. ¿Que más puedo decir al respecto?, Gabriel es especial.

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